07 abril 2009

La prueba sirve para identificar a los adolescentes en situación de riesgo

La psicóloga Pilar García relata cómo se enfrentó y venció a la anorexia, en una lucha sin cuartel que duró diez años «No eres dueña de tu mente; una parte de tí se propone levantarse, y no puedes»

El test de siluetas permite conocer el grado de distorsión que un adolescente tiene con su propio cuerpo. El material, una galería de imágenes que se acompaña de un examen clínico, se ha elaborado a partir del análisis de 1.956 encuestas a chavales de 13 a 18 años. El grado de salud se mide en función del número de saltos que hay entre la figura que le corresponde a uno y la que elige. Intente diseñar y mantener dietas adecuadas en la familia. La comida no es sólo el almuerzo, sino también el desayuno, la merienda y la cena.

No valore, ni ridiculice el cuerpo de sus hijos con frases como '¿Qué culo estás echando!' 'Te vas a poner como tu tía tal'. Esas burlas sobre el cuerpo cambiante de los adolescentes resultan nefastas.

Vigile reducciones de peso repentinas y largas visitas al báter.

El aislamiento en casa y de los amigos puede ser un aviso. Este alerta.

Tranquilícelos: 'Vas a tener la figura que a ti te guste, siempre y cuando tu alimentación sea sana'.

Un equipo de la Facultad de Psicología de San Sebastián, liderado por la profesora Carmen Maganto y por la investigadora Marisol Cruz, ha diseñado la primera prueba en España que permite diagnosticar de manera precoz el riesgo de un adolescente de sufrir un trastorno de la alimentación. El test de siluetas, como se denomina esta herramienta, está pensado para trabajar con chavales de 13 a 18 años y sirve para evaluar el grado de insatisfacción con su imagen corporal.

«Vivimos en una sociedad que valora la delgadez de las mujeres y la musculatura de los chavales», explica la psicóloga clínica Carmen Maganto, que ha dirigido la investigación. «Las chicas quieren un chico tipo Brad Pitt cuando era jovencito, un poco afeminado, pero musculoso; y ellos buscan seguir conservando ese aspecto dulce y femenino que gusta tanto a las adolescentes». Misión imposible. Los jóvenes tienden a verse más delgados de lo que son en realidad, y ellas, algo más gordas. En definitiva, nadie se ve bien. «Los problemas de imagen -resume la experta- son tremendos».

El test diseñado por el equipo investigador de la Facultad de Psicología donostiarra es un examen clínico, que consta de una serie de preguntas y un sistema de evaluación; y se acompaña de dos series de siluetas, una adaptada a la figura del hombre y otra a la de la mujer. La persona que se somete a la prueba elige el cuerpo que considera que más se corresponde con el suyo. En función de su respuesta, el especialista evalúa el grado de afección. Puesto en el mercado por Tea Ediciones, una firma especializada en la publicación de material psico-pedagógico, la prueba está pensada para su utilización por médicos, psicólogos y profesores.

El único método de diagnóstico hasta la publicación de esta herramienta ha venido siendo, según Maganto, la entrevista personal, que tiene el peligro de que «el adolescente puede mentir. Con este material, él no sabe dónde está el riesgo, no conoce la mecánica del test, por lo tanto elige lo que le parece».

Dieta para la comunión

Anorexia y bulimia son dos caras de un mismo problema de salud que afecta al 3% o 4% de la población adolescente y juvenil. La educación infantil, no sólo la de las escuelas, sino fundamentalmente la que se da a través de la familia, supone la principal arma de prevención para ambas patologías. «Un párroco me dijo que entre las niñas de su catequesis tenía tres a régimen con una dieta estricta, porque querían adelgazar para tener una talla determinada en el vestido de su Primera Comunión».

La especialista se queja de que muchos padres han delegado en los centros escolares responsabilidades que han de compartirse, entre las que figura la educación en una alimentación sana y equilibrada. Las comidas deben tener su tiempo y respetarse todas ellas. «Muchos niños cuentan que cenan 'de platas'. Los padres creen que con la comida del colegio es suficiente y para cenar les sacan lo más cómodo: jamón, chorizo, queso. Se hinchan de calorías a la noche, que es cuando más engordan». «Hoy he comido lentejas con morcilla, carne... y después me he tomado unas tostadas con chocolate». Pilar García Solache es una vitoriana de 45 años y 48 kilos, que llegó a quedarse en sólo 38. La anorexia le devoró hasta el punto de ponerla al borde de la muerte con la juventud recién estrenada. El pulso se prolongó diez años. «Todos los días me levantaba con el firme propósito de comer, pero no había manera. No era dueña de mi mente», relata la psicóloga, que hoy se pone al otro lado de su mesa para contar su propia historia. «Una parte de ti se propone hacerlo, pero luego te sientas frente al plato y no puedes. Es imposible. Lo mínimo que comiera, una manzana, un vaso de agua que tomara, lo vomitaba».

Un estudio de la Universidad de Barcelona dado a conocer este fin de semana revela que la mitad de los niños de 8 a 12 años tiene miedo a engordar, un dato que indica hasta qué punto influye en los pequeños el valor que los adultos damos a la imagen. Ese trabajo contiene otro dato no menos preocupante: el 46% de los chiquillos que están a dieta ni siquiera tiene sobrepeso. Pilar cuenta que su historia reventó a partir de un desamor. «Antes de que terminara la relación, ya había dejado de comer. No tenía ninguna gana de levantarme de la cama, ni de seguir adelante, ni de vivir»... Aunque su caída, en realidad, había comenzado mucho antes. «Con el tiempo descubres que hubo un detonante en un momento determinado, pero antes ocurrieron otro montón de cosas que te llevaron a ello».

La primera vez que dejó de comer tenía 12 años y ningún deseo de dejar atrás la niñez. «Empezaba a desarrollarme como mujer y la idea no me gustó. Quería tener el cuerpo de antes y, además, me aterrorizaban los chicos. No me sentía segura en ese mundo». Vestía «muy pija» y en vez de los libros de aventuras, piratas y princesas, le gustaba leer grandes biografías. Einstein, María Antonieta, Madame Curie...

Dice que era «un bicho raro» y, ciertamente, era completamente distinta a las chicas y chicos de su edad, que ejercían de adolescentes y se divertían fumando porros a escondidas. «Me sentía bastante desvinculada de todos ellos, porque no me identificaba con aquel mundo. Básicamente, no seguía al grupo». Aunque ella entonces no lo sabía, el aislamiento que, poco a poco, propició aquella situación se convirtió en el «caldo de cultivo» de su enfermedad.

Encerrada en casa

Buena estudiante y formal, una chica sin duda ideal para sus padres; y encima guapa, que se llevaba de calle a los chicos de su edad, no parece que pudiera tener motivos para caer en las garras de una patología mental. Pero, ¿quién está libre? «Me pasaba el día en casa, sin salir, en buena parte porque no tenía fuerzas para nada. Así que muchas veces ni siquiera llegaba al portal», relata.

Decidió estudiar Psicología para entenderse a sí misma y mientras duró la carrera, la situación permaneció controlada. Los primeros síntomas llegaron en segundo, cuando dejó de comer, pero todavía no de manera preocupante. Lo peor llegó más tarde. «Tuve tres años horribles. Estuve ingresada y los psquiatras le dijeron a mi madre que no sabían si iba a morir porque me veían muy mal».

«Aquello fue desastroso», recuerda. Al principio, el médico de cabecera le dijo a su madre que no había de qué preocuparse, que era una chica muy inteligente «y que las niñas así suelen ser un poco raras». Cuando estudió en la facultad qué era la anorexia descubrió la llave que abría la puerta de su salud. 'Trastorno de la alimentación caracterizado por una alteracion en el esquema corporal asociado a la pérdida del apetito o del deseo de ingerir alimentos', leyó. Y lo supo: «Fui a Urgencias en varias ocasiones, les explicaba que me sentía enganchada, que no era dueña de mi mente, que quería comer y no podía».

«Quiero ser como tú»

Durante largo tiempo, permaneció ingresada en la Unidad de Psiquiatría del hospital vizcaíno de Cruces. «Todo el mundo pensaba que una chica tan flaca como yo tenía que ser drogadicta, no anoréxica». Un día, se levantó y decidió enfrentarse a los rumores que le rodeaban, a los fantasmas que le atemorizaban y a la enfermedad que le atenazaba. Se propuso un solo reto: vivir.

«Me dije: 'no me voy a morir, voy a pelear'. Y me hice un programa que intentaba seguir unos días sí y muchos no. Sabía que lo importante era mantenerse firme. Hoy te has levantado y te has dicho que vas a comer, que no vas a vomitar. No lo has hecho, pero mañana seguirás intentándolo... El resto fueron años de caerse y volverse a levantar...».

Tampoco fue fácil. «Ten en cuenta que tienes 26 o 27 años, has terminado la carrera y tienes que trabajar, pero al principio no puedes. Le das miedo a la gente, tus amigos han desaparecido, algunos se han casado...». Pilar García Solache atiende en la actualidad una consulta de Psicología en la que ve de todo. Problemas de pareja, crisis de ansiedad, trastornos de alimentación. «Una niña de ocho años entró en mi consulta y me dijo: 'Pilar, yo quiero parecerme a ti'. '¿Por qué?', le pregunté. 'Porque no tienes las tetas caídas como mi madre', contestó».

Pilar ganó. Aunque algunas cosas nunca cambian. «Mi madre tiene ya más de 70 años y todavía su mayor preocupación es que coma. ¿Es una pesada!», dice con cariño. Pilar García Solache responde a un pequeño test.

-¿Cuál es la principal lección que aprendió de la enfermedad?

-Que hay que aprender a vivir.

A todos nos cuesta y, por lo visto, a unos más que a otros.

-¿Debería educarse a los niños en el valor de la alimentación?

-No se da a la comida la importancia que tiene. La gente la utiliza muy mal. Come cuando tiene un problema, la usa para llenar un vacío. Las madres de antes supieron darle otro valor.

-¿Cuál?

-No se trata de comer para subsistir, ni siquiera de algo físico, sino de una faceta más ociosa, la de disfrutar comiendo y compartiendo un plato.

-¿La comida es el único placer que dura hasta el final de la vida?

-Eso dicen. La primera vez que lo oí fue cuando no podía comer y me dije: '¿Dios mío, no me queda nada!'. Ja, ja, ja.

-¿Ha aprendido a hacerlo?

-Sí, claro, pero cuando tienes un trastorno de alimentación, no existe ningún tipo de placer. Ni comida, ni sexo, ni comprarte algo, ni sentirte guapa.

-¿Su mensaje para una paciente?

-Hoy todo puede parecer muy oscuro, pero se sale.

1 comentario:

iio soii asi dijo...

hola una de mis amigas y contando a mi hermana sufren de bulimia mi hermana ya no la puede controlar y ya no c k hacer y con lo de mi amiga yo en su "problema "digo k lo hace solo para yamar la atencion de personas y pues ellas 2 estan algo llenita y yo tmbn tengo un blog elcual lo empece a principios de año y cuenta toda mi vida desde mi aspecto me gustaria mucho que lo visitaras t dejo el link

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seria de ayuda escuchar tus consejos visitalo lo mas pronto posible