04 junio 2006

Una investigación encuentra un vínculo entre la violencia y los trastornos alimentarios.

DESPUÉS DEL SECUESTRO de Ana María, la segunda hija de 12 años, la familia decidió trasladarse a España. Las cosas no mejoraron para ella, y ocho meses después comenzó a tener síntomas de anorexia y a rasgarse la piel con las uñas o los objetos que encontrara a su alcance. La familia regresó a Colombia seis años más tarde, cuando la situación de Ana María ya era crónica. Las psiquiatras que la atendieron en el programa Equilibrio, de Bogotá, encontraron su cuerpo en los huesos y lleno de cicatrices.

Desde hacía un tiempo, las expertas de la institución venían atendiendo mujeres y hombres cuyos trastornos alimentarios -anorexia, bulimia o atracones- estaban precedidos de eventos traumáticos como abusos físicos, secuestros, boleteos, homicidios contra familiares, amenazas o desplazamientos forzosos. La idea según la cual estos trastornos tienen un alto componente de vanidad o excesiva exigencia personal quedaba en entredicho. Más aún, la revisión de los datos de la institución reveló que cuando se intentaba frenar estos casos con tratamientos habituales, la tasa de éxito era más baja.

Equilibrio hizo seguimiento a 160 mujeres, y los avances de su estudio serán presentados esta semana en Barcelona, España, durante la reunión anual de la Academia para los Trastornos Alimentarios. Para los expertos internacionales el trabajo ha resultado llamativo en cuanto plantea causas poco documentadas de estas alteraciones y en personas que no necesariamente son adolescentes, sino también mayores de 30 y niñas que no se han desarrollado.
El hallazgo ha llevado a plantear nuevas estrategias de tratamiento. "Desarrollamos un modelo distinto, con énfasis en el manejo del trauma -dice la psiquiatra Maritza Rodríguez, autora principal del estudio-. Esto consiste en identificar las experiencias anteriores a la aparición de los síntomas y trabajar con alguien que se siente víctima". Según la especialista, identificar tempranamente las raíces del problema permite una intervención oportuna -incluso en el ámbito familiar- y resultados más rápidos.


Siempre víctimas

Las personas que han vivido experiencias traumáticas suelen considerar que merecen ser blanco de agresiones y adoptan comportamientos que buscan revivir esos momentos. "Dejar de comer es una forma de torturarse, es volverse a victimizar -añade Rodríguez-. La persona busca una expiación mediante el ayuno, las purgas o los vómitos. Se castiga para poder aislarse, para no tener cuerpo porque considera que el cuerpo es un peligro".
De esta manera, el castigo autoinfligido se vuelve una especie de alivio porque le da sentido al dolor emocional. Sin embargo, es un dolor sobre el que la persona tiene dominio, como era el caso de Ana María. Después del secuestro y el exilio, se sentía sin piso y sin raíces, pues había perdido su entorno seguro. La anorexia que desarrolló era entonces un mecanismo con el que pretendía tener control de su desesperanza.


Adiós estigmas

El estudio de Equilibrio resulta oportuno, pues el desconocimiento de las dolencias y la falta de evidencia sobre la eficacia de muchos tratamientos son considerables. Justamente, uno de los propósitos del encuentro en Barcelona es el lanzamiento de un capítulo mundial para la acción en los trastornos alimentarios, mediante el cual se busca mejorar la información, velar por el acceso de estos pacientes a tratamientos adecuados, acabar con el estigma de la enfermedad y erradicar creencias como que la gente elige su alteración por voluntad propia.

Por eso Juanita Gempeler, codirectora del programa Equilibrio y autora principal del modelo de intervención, afirma: "Hay una corriente que cree que estas conductas son moda, que las niñas que las padecen son superficiales. Pero lo cierto es que tienen bases biológicas y el ambiente social termina por desencadenarlas". Y como concluyeron las autoras del estudio, la violencia local juega un papel nada despreciable para que así ocurra.

Tres tristes trastornos


ANOREXIA. Es el rechazo a mantener un peso normal para la talla y la edad. Se presenta una distorsión de la imagen corporal y una negación de la situación nutricional real. El paciente se impone un consumo cada vez menor de alimentos o se induce el vomito o abusa de laxantes, diuréticos o píldoras adelgazantes.
BULIMIA. Se caracteriza por comilonas en las que hay pérdida de control sobre el comportamiento, seguida de sentimientos de culpa y actos compensatorios como el vómito autoinducido o el abuso de laxantes, diuréticos o píldoras adelgazantes. En la bulimia el peso suele estar normal y en ocasiones un poco elevado.
TRASTORNO POR ATRACONES. Se diferencia de la bulimia en que el paciente no realiza actos compensatorios después de las comilonas.

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