30 noviembre 2007

Papá sobreprotector, riesgo de hija anoréxica.

Casi como si se tratara de una regla matemática, investigadores australianos determinaron que la relación de un padre con su hija tendría una alta influencia en el desarrollo o no de un trastorno alimentario por parte de la menor.

Las hijas de padres muy controladores eran más propensas a padecer anorexia nerviosa, mientras que aquellas que recibían poca atención de sus papás tenían más riesgo de desarrollar tanto anorexia como bulimia, pero en menor grado, halló el equipo dirigido por la doctora Tracey D. Wade, de la Flinders University, en Adelaida.

Por otra parte, las expectativas paternas excesivas, que suelen considerarse un factor de riesgo de la anorexia, no aparecieron asociadas con el trastorno alimentario en el estudio.

Sin embargo, el equipo halló que sí predisponían a las niñas a desarrollar bulimia. Estos resultados fueron publicados en International Journal of Eating Disorders. Las críticas familiares de la apariencia de los chicos, su peso y conductas alimentarias se relacionaron con los desórdenes de la alimentación.

Para comprender mejor el papel de esas críticas y otras facetas de la paternidad en el desarrollo de estas enfermedades, el equipo de Wade observó a 622 gemelas, incluidas 226 pares y 170 individuales.

En un análisis, el equipo comparó las experiencias de vida tempranas de gemelas individuales con depresión, anorexia nerviosa o bulimia, con las de gemelas sin trastornos psiquiátricos.

En el segundo estudio, analizó pares de gemelas en los que sólo una tenía un trastorno alimentario o depresión grave. Los investigadores hallaron una relación entre la aparición de la anorexia o la bulimia con comentarios de integrantes de las familias sobre cuánto comía una niña o su apariencia.

Tanto las participantes deprimidas y aquellas con bulimia mencionaban expectativas de los padres más altas que las mujeres mentalmente sanas; la relación con la bulimia era la más alta.

Tanto el conflicto con los padres como su crítica favorecían la aparición de los trastornos alimentarios y la depresión. Las gemelas con anorexia eran más propensas a tener padres sobreprotectores y controladores.

"Los padres tendrían un papel único en la alteración de la conducta alimentaria de sus hijas, si se la compara con otras psicopatologías", concluyeron los autores.

Los resultados podrían ayudar a trabajar con las "vulnerabilidades y las creencias" del tratamiento de los trastornos alimentarios, opinó el equipo.

"Por ejemplo, cuando se trabaja con personas con anorexia habría que eliminar la sensación de control por otros más poderosos, mientras que con los pacientes con bulimia habría que analizar la necesidad de satisfacer las expectativas de los demás", sugirieron los autores.

Fuente: Reuters

29 noviembre 2007

La hospitalización domiciliaria cura el 80% de la anorexia.

Una combinación de factores neurobiológicos y exógenos y antecedentes familiares de trastorno mental puede desencadenar la anorexia nerviosa. Cuando la familia se implica en el tratamiento, la tasa de éxito alcanza hasta un 80 por ciento de los casos.
S. Moreno 28/11/2007

La familia ha pasado de considerarse responsable de la enfermedad mental a ser una pieza clave en el tratamiento de muchas de estas patologías. Tradicionalmente se explicaban las enfermedades psiquiátricas de los hijos por los atributos de los padres. Como enumera el pediatra de origen argentino Tomás Silber, "se pensaba que la esquizofrenia aparecía por madres esquizofrenizantes o que el autismo se producía por padres fríos y distantes. Sin embargo, ahora conocemos la base biológica de estas enfermedades y ocurre lo mismo con los trastornos de la alimentación". Silber dirige la Unidad de Medicina del Adolescente y es profesor de Pediatría en la Universidad George Washington, en Washington, y ha participado en las XI Jornadas de Trastornos del Comportamiento Alimentario, organizadas por el Hospital Universitario Niño Jesús, de Madrid, que terminaron ayer.

"Hay pruebas recientes que indican la existencia de una diátesis cerebral o predisposición a padecer la anorexia nerviosa, y que el factor desencadenante es hacer dieta". Si las niñas con esta diátesis cerebral no hicieran régimen, los rasgos que las caracterizan podrían pasar desapercibidos: perfeccionismo; afán por la simetría y el orden; rigidez para abandonar ciertas conductas; resistencia al cambio, y rechazo al riesgo. Son peculiaridades que están inmersas en una sociedad de culto al cuerpo, con un nivel de exigencia muy elevado: demasiado para personas tan perfeccionistas.

El tratamiento de la anorexia ha experimentado en los últimos años un cambio de enfoque "gracias a que se ha adelantado el diagnóstico", ha matizado Gonzalo Morandé, jefe de la Sección de Psiquiatría y Psicología del Hospital Infantil Niño Jesús, y organizador de las jornadas. Así, es posible poner en práctica las pautas propuestas por los especialistas del Hospital Maudsley, en Reino Unido, conocido ya como modelo Maudsley de tratamiento de la anorexia, y que se basa en la integración de la familia en el abordaje de la enfermedad por medio de la hospitalización en casa.

Compromiso paterno
"Lo que se busca es un compromiso de los padres en el tratamiento de la enfermedad de sus hijas. Si en el hospital son las enfermeras las que se ocupan de que la paciente coma, con este modelo son los padres los responsables", explica Silber, que coincide con Morandé en los buenos resultados de esta estrategia terapéutica.

"Según nuestra experiencia, se puede alcanzar una tasa de éxito en el 80 por ciento de los casos. Eso sí, tienen que estar bien seleccionados: debe ser el primer episodio de enfermedad (la hospitalización domiciliaria no sirve en las recaídas); funciona mejor en pacientes más jóvenes (menos de 15 años); no debe existir peligro para su vida, y los padres tienen que comprender el programa y comprometerse con él". El ingreso hospitalario queda para los casos más extremos y las recaídas.

¿Es aplicable este tratamiento en una familia desestructurada? Según Silber, "la participación de la familia no consiste necesariamente en la acción del padre y de la madre: pueden ser otros dos adultos los que colaboren, como una tía y un hermano mayor". Lo más difícil es convencer a los padres: "Hay que recordarles los logros de su vida para transmitirles que también pueden cuidar a sus hijas ahora". Silber reconoce que una de las gratificaciones de su trabajo ocurre cuando una antigua paciente le llama para contarle que ha sido madre; entonces sabe que ya ha superado el miedo al cambio.

Precoces, alarmados, obesos
La edad de aparición de la anorexia ha bajado hasta el punto de que existen pacientes con ocho o nueve años. Un reciente estudio sobre la percepción que las niñas tienen de su propio cuerpo indicaba que a los diez años el rasgo más importante no es la cara sino el tipo. La parte positiva de esta tendencia a la precocidad es que ahora la anorexia se detecta antes. "Hace años llegaban casos muy graves, cuando ya había transcurrido un año de enfermedad; ahora vivimos la situación opuesta: en cuanto los padres tienen una sospecha acuden al médico y muchas veces el temor es infundado", aclara Tomás Silber. Sin embargo, este estado de alerta que ya ha asimilado la sociedad ante la anorexia aún no ha calado con otros trastornos, como la obesidad. Morandé razona que cada vez hay más niños obesos y pese a la alarma sanitaria no se observa aún una preocupación proporcional en los padres.

24 noviembre 2007

«Nos es más fácil identificar nuestros defectos que nuestras virtudes»

«Los enfermos de anorexia y bulimia viven en un secreto, en una burbuja»

La psicóloga clínica que intervino ayer en las Jornadas sobre trastornos de la alimentación es hija del famoso Luis Rojas Marcos, un destacado psiquiatra español que trabaja en Nueva York. Precisamente es la ciudad natal de Laura y su casa durante 23 años. Vivió en primera persona los atentados de las Torres Gemelas y ayudó como voluntaria en el 11-S, poco antes de recalar en España, donde actualmente ha decidido instalarse por su cuenta. Laura Rojas Marcos reconoce la influencia de su padre en su carrera profesional.

CARLOS GIL. - Los más conocidos son la anorexia y la bulimia, pero ¿hay más trastornos alimentarios?
- Hay dos últimos que están adquiriendo cada vez mayor importancia: vigorexia y ortorexia, que en nuestra sociedad actual se ha diagnosticado desde hace pocos años. La personas que sufren vigorexia tienen una obsesión por la musculación, van al gimnasio día y noche, se machacan y toman a lo mejor hormonas en un momento dado. Las que sufren ortorexia son todas aquellas personas obsesionadas por la comida sana, las calorías, e incluso llegan a sufrir fobias de algunos alimentos, como el chocolate, las mantequillas, y lo evitan hasta tal punto que toda su vida está controlada por esas obsesiones, fobias, miedos y ansiedades.

- ¿Cómo se producen los trastornos alimentarios?
- La ansiedad es una emoción que sufrimos todos en algún momento de nuestra vida, a veces con picos muy agudos cuando lo pasamos mal. Todos sufrimos un nivel de estrés que forma parte de la vida diaria. El miedo es un mecanismo de defensa para ayudarnos a sobrevivir, pero cuando se agudiza en situaciones que no están relacionadas con una amenaza, como puede ser tener miedo a la comida, tenerle pavor a engordar, aparece el sufrimiento, la depresión, hay un desequilibrio que sufren estas personas con trastornos de ansiedad. Y eso tiene un tratamiento interdisciplinar en el que están involucrados los psiquiatras, los psicólogos, el nutricionista. La terapia de grupo funciona muy bien. Se forman grupos, fundamentalmente de mujeres, aunque ahora hay muchos hombres también, que al escucharse los unos a los otros les ayuda a ver que no están solos en esa situación de dolor y que forman parte de un grupo. Porque las personas que sufren estos trastornos de ansiedad viven en un secreto, en una burbuja que es un tabú. Están muy aisladas del entorno de la familia, no suele haber mucha comunicación porque no suelen transmitir lo que les pasa, sus miedos, sus interioridades. Porque están obsesionados con el control de la alimentación y de su cuerpo.

-¿Son trastornos individuales, pero quizá estemos hablando de una enfermedad social?
- Yo diría que si. Además lo curioso es que los trastornos alimenticios suelen surgir sobre todo en los países del mundo occidental, donde se da la combinación del consumismo y la imagen corporal. Hay que pensar que también nuestro cuerpo, nuestro aspecto corporal es como un pasaporte para obtener un trabajo, para entrar en una discoteca, en los clubs sociales, los grupos de amigos...la imagen es muy importante. Pero a veces se lleva esta preocupación a tales extremos que pueden ser muy dañinos.

- Por la imagen, precisamente, se detecta bien si una persona puede sufrir trastornos alimenticios.
- No necesariamente. La persona que sufra anorexia se puede ver porque tiene aproximadamente un 35% menos de masa corporal de lo recomendado. Pero hay otros trastornos, como la bulimia, difíciles de detectar, salvo los familiares. Otras personas sufren un trastorno de ansiedad muy común, el "pica" que consiste en comer cosas como el pelo, madera, chicle..es como rumiar, estar constantemente masticando algo, pero sin sustancia. Detectarlo no es fácil.

- ¿Cómo se ven a si mismos los enfermos?
- Se ven como que estuvieran continuamente fracasando, porque para ellos nunca es suficiente lo que hacen. El perfeccionismo es una de las características generales que tienen el común todas las personas con trastornos alimenticios: tienen que estar perfectos, nunca es suficiente. Ven el mundo como un embudo, porque todo se rige con la alimentación, planificada alrededor de la comida y de su cuerpo. Son personas que se pesan mucho, están constantemente buscándose los defectos. Su identidad está directamente vinculados a su cuerpo, y entonces valores como pueden ser la inteligencia y otras habilidades, como las sociales, pasan a un segundo o tercer plano. Y claro, si toda su identidad la basan en qué aspecto tienen y todo lo demás no es importante, fíjese qué conflicto. Es curioso. Como terapeuta he descubierto que es más fácil para la gente, sean personas con estos trastornos o no, decir las cosas que no les gustan de sí mismos que mencionar las cosas que sí les gustan. Cuesta más trabajo destacar las virtudes que descubrir los defectos.